Hacer algo sencillo es muy complicado

Especificar mucho de lo que va a ir el blog es sinónimo de muerte prematura...Un blog que está abierto a más cosas que las previstas admite mayor futuro. Aunque creo que ya planeo demasiado. Tal vez hable de la vida, pues al fin y al cabo, soy "uno de los que pasaba por allí" @IgnacioHernandz

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Y Zarkana me inspiró

Cuando salí de ver "Zarkana" hace exactamente una semana, me di cuenta de una cosa que me hizo reflexionar de camino a mi casa. Pero empecemos por el principio. "Zarkana" es el nuevo espectáculo del Cirque Du Soleil, en el que se narra cómo un mago e inventor pierde el amor y la inspiración con un cierto toque gore. Malabaristas increíbles, aosmbrosos forzudos sobre una escalera que sobre sus hombros sostienen escaleras de 2 metros con contorsionistas encima, payasos magníficos, saltos sobre la cuerda floja impresionantes...Lo único malo es que en algún momento se equivocaron. Pero eso no resta el efecto que produjo en mí a la salida.

Allá voy: si os dais cuenta, el circo no es más que una prueba casi irrefutable de que los humanos sienten aprecio por el otro, que no siempre viven pensando en el ombligo. Y si no me creéis, pensad qué es el circo: es un lugar al que vamos a ver gente hacer cosas maravillosas. Hasta al más egoísta, egocéntrico y narcisista se da alguna vez el capricho de ir a ver las genialidades que realizan personas que no son él. Es disfrutar de los demás, es un disfrute personal.
Además, cuando uno va al circo, va con el sentimiento que alberga la esperanza de que todo va a salir bien. Pero así no tendría gracia el circo; necesitan mostrar que el peligro es real, tangible, posible, que puede suceder. Y así lo hacen, con esas pausas dramáticas: el temblor del gimnasta ante el posterior esfuerzo suprahumano; la respiración profunda de la malabarista antes de comenzar...Todo hace ponernos en el escenario y pensar: "Ojalá le vaya bien y no se equivoque".
Y esto demuestra mi teoría de que todos pensamos en el otro y le queremos. De formas distintas, pero le queremos. Al menos, le queremos vivo. Y si no, como demostración final, escuchad ese grito ahogado cuando parece que el de la cuerda floja se va a caer y estampar contra el suelo tras 6 m de caída.

Ahí lo dejo. Y que cada cual infiera lo que crea conveniente. Amén.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Cuando algo perfecto no admite explicación

A ver, déjame escucharla.

Pues no sé que le ves a esa canción. No sé, a mí me parece muy parecida a esta...Vale, que sí, pero que es solo mi parecer.

Mira, en cambio, esta es...que te vas a quedar de una pieza cuando la escuches. ¿Ya suena, le has dado al play? Vale...Esta parte no, la de ahora...ya está, casi...Ahora...¿Qué te parece? Buena, ¿verdad? ¿Cómo te puede dar igual? Pues a mí no me gusta la tuya. No se cómo no te encanta, la verdad.

Y es que a todos nos ha pasado eso alguna vez. Hoy me ha dado por pensarlo. ¿Qué hace que una canción en concreto nos llegue a nuestro más profundo ser? ¿Por qué ésta canción, en el segundo 2:20 (en mi caso) nos produce una irrefrenable sensación de plenitud (porque no hay otra palabra), mientras que esa canción nos deja indiferentes? Decía el Joker en una de sus películas que el momento en el que se muestra una persona tal y como es tiene lugar justo antes de su muerte. En mi opinión: Dime qué escuchas y te diré como eres. Al joven activo y alocado le encanta una canción que le agarre del brazo y le lleve en volandas con ritmos rápidos y melodías pegadizas. A la adolescente romantizada (y no me arrepiento de poner género) le encanta sentirse parte de una canción, que sienta que la canción habla de ella. Y a otros, amantes de la perfección, la exactitud y que disfrutan con la armonía (como es mi caso), les encanta sentarse a escuchar y suspirar profundamente tras un pasaje brillante de Chopin o Debussy.

La música es nuestra mejor aliada. Nos llena cuando queremos sentirnos bien y estamos tristes, nos da ese empujón necesario para esos pasos que no nos atrevemos a dar, o simplemente, nos produce esa maravillosa sensación que nada más produce (y repito: absolutamente nada). Es la mejor banda sonora de nuestra vida, hace que nos sintamos en una película. Nos hace movernos de forma sincronizada con la música en nuestro día a día. Hace lo cotidiano digno de un videoclip.

Y seguiría mucho más. Pero es que, cuanto más me paro a pensar, más lejos queda ese horizonte en el que alcanzaría la respuesta. Ante este panorama quimérico, uno solo puede sentarse y comenzar a escuchar aquello que te deja sin palabras...


miércoles, 16 de noviembre de 2011

De Eric Idle para ti

Anímate. ¿Sabes lo que dice la gente?

Hay cosas malas en la vida que pueden volverte loco de remate. Otras, en cambio, te hacen jurar y maldecir. Y si en la vida, justamente, muerdes el hueso, ¡no te quejes! Sólo silba. SIlbar hará que las cosas mejoren. Y además:

Mira siempre el lado bueno de vivir. Busca siempre el lado luminoso.

Y si la vida de parece una bonita mierda, será porque te has olvidado de algo. Tal vez sonreír. Tal vez bailar y cantar. Cuando estés deprimido, ¡no seas imbécil! junta tus labios...y silba.

Busca siempre el lado bueno de la vida. Busca siempre su cara más luminosa.

Porque, ¿qué es la vida? ¡es absurda! Y la muerte, la palabra final. Enfréntate al telón, cuando caiga, con una elegante reverencia. Y olvídate del pecado. ¡Da a la audiencia una sonrisa! ¡Disfruta! A fin de cuentas...¡es tu última oportunidad!

Busca también el lado bueno de la muerte, antes de exhalar tu último aliento.

La vida es un pedazo de mierda cuando la miras y te paras a pensarlo. La vida es una risa, ¿y la muerte? ¡Una broma! Verás como todo es una farsa, y al menos...hazlos reír mientras te vas. Recuerda: ¡la última risa es por ti!

Mira el lado brillante de la vida.

¿Qué tienes que perder? Vienes de la nada, y acabas en la nada...¿Qué has perdido?
¡Nada!

Busca el lado bueno de vivir...



jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Una de cal y otra de arena?

Mi teoría sobre el equilibrio de actos buenos y malos se cumple en el cincuenta por ciento de las veces ( el otro cincuenta por ciento lo componen las veces que se me olvida que tengo esa teoría). Aunque claro, cuando digo "mi teoría" es para darle mi toque personal. Este postulado es tan mío como el dinero que tenemos todos ahorrado en el banco. Todo el mundo coge un poco, y cuando lo necesitamos de verdad, resulta no pertenecer a nadie.

Pues sí, va a resultar cierto que vivimos en un constante equilibrio entre suerte y "desdicha". Afortunadamente, no me he visto en situaciones extremas en las que sea apreciable ese cambio paulatino entre mala suerte y sensación de mejora. Todo lo digo, claramente, desde lo cotidiano. Sí, cosas nimias y escurridizas, pero tangibles al fin y al cabo.

¿A quién no le ha sucedido el despertarse (me refiero al momento de levantarse,no en la fase gruñón-resacoso de "cinco minutos más") con un repentino sentimiento de: "hoy todo me va a ir genial, que tiemble el mundo" y que, confiado con todo, se le quemen las tostadas o que pierda el autobús? ¿O que consiga sentirse por encima de todos sus amigos en algo y que luego todos ellos, poco a poco, le muestren lo bien que les va en algunos aspectos dela vida que desearías encarecidamente vivir como ellos? ¿O que restriegues una buena nota a un compañero con peor calificación y que más tarde te planten una nota que no esperabas...para nada?

Pues todo esto,lectores, sucede porque tiene que equilibrarse la balanza vital. Si la vida fuese solo desgracias o solo genialidades, ¿para qué viviríamos? ¿Acaso no es motivo de nuestra felicidad darnos cuenta que aquello que tenemos porque hemos vivido un momento duro que nos lo ha mostrado? Pensadlo así: jamás valoraríamos un chaquetón si eternamente fuese verano, ni tampoco una camiseta si siempre fuese invierno.

Así pues, cuando nos encontremos (yo me incluyo) esos en momentos amargos,en que desearíamos desaparecer o dar un golpe seco en la nuca al causante de nuestro malestar, no nos desmoralicemos: pensemos que es una lección más en nuestra vida, y que nos ayudará en momentos agridulces (a poder ser más dulces que agrios) y disfrutar aún más de esos pequeños episodios que forman, retazo a retazo, el lienzo de nuestra vida.